viernes, 3 de mayo de 2024

El poema de Pedro Sánchez.

 

Las poéticas y manuales que tratan de los sentimientos convertidos en literatura describen la reiteración o aliteración como el recurso que pretende reforzar los impulsos más íntimos. Así pues, estaríamos de acuerdo en que, cuando pedimos un café, ¡café!, queremos decir que estamos exigiendo el mejor de los cafés o aquel que tenemos magnificado como más cercano a la perfección con el aroma casero de la niñez. La poesía, que habla de emociones, está repleta de repeticiones, también formales. Estrofas regulares de versos con el mismo número de sílabas que riman, una repetición más de determinados sonidos al final de los versos. Cuentan el tormento que ocasionaban a un poeta muy reconocido, obsesionado por el silencio y la quietud, las rimas duras y torpes que le llegaban todavía del rapsoda local estorbándolo en gran manera, el impacto mental le era insoportable buscando una concentración insonorizada imposible.

La poética política, si es que ésta tiene algo de bucólico, también tiene sus reglas, incluso formales. Yo diría que participa de una mística ideológica con dogmas de fe rígidos que no admiten vacilación alguna. El verso libre no puede existir porque atenta contra la ortodoxia de partido que exigen los rituales consumados en las sedes parlamentarias. Un decálogo que se resume, desgraciadamente, en el mandamiento fundamental que lo sintetiza todo: lo que sostiene el adversario -el enemigo- no puede ser cierto y debe contradecirse -combatir- siempre. La perversión del sistema o la mala fe pueden sobrepasar el juego sucio donde todo vale. El griterío chapucero con un buen chorro de falta de respeto se suelen mezclar, si es necesario, con el más peligroso de los ingredientes, la mentira. En política, mis verdades son absolutas y, si no lo son, se les da la vuelta para repetirlas con firmeza y ademán digno.

En la atmósfera demasiado cargada de políticos empedernidos nos ha asaltado, una vez más, el ataque felino por sorpresa protagonizado por Pedro Sánchez. Una jugada sorprendente e insólita que ha alborotado el panorama en la meseta. Cansado de oír las rimas consonantes y abruptas de quien quiere descabalgarlo, como aquel distinguido poeta exquisito que mencionaba, ha hecho público un poema épico de estilo trovadoresco dedicado a su dama anunciando que, de ser menester, estaba dispuesto a renunciar a los asuntos caballerescos sólo por amor. Como velando las armas de la decisión, recluido en la capilla de la reflexión, ha mantenido durante cinco días la expectación con un clímax de incertidumbre política hasta el último momento.

¡No se marcha, continúa!

Renunciar a la vertiente política y pública para humanizar a la persona, a sí mismo, es un gesto que a priori le honra y que se podría entender considerando los ataques, los insultos y el rechazo que debe soportar día sí y día también por parte de cierto electorado, algunos medios y la oposición. Ha dado la impresión de que había llegado al límite, que estaba dispuesto a pirárselas, según algunos videntes poco acertados, con destino a las praderas más confortables de la Unión Europea donde goza de cierto predicamento. Cabe preguntarse si pregonar un escrito con delirios líricos dirigido a la ciudadanía para recluirse herméticamente, desaparecido de la vida política, es algo lícito para quien ostenta un cargo tan relevante. El aliento a orfandad ha desquiciado los ánimos de muchos porque Sánchez es el tuétano del socialismo que gobierna ahora.

La inspiración poética se ha diseminado en cuanto ha salido de la meditación con empuje renovado reiterando -como quien reclama al camarero un café, café, bien cargado- regeneración democrática. Reaparece, pues, con la intención de un liderazgo más fuerte y contundente, con una manguera a presión para enjuagar este barrizal. Nos lo tendrá que explicar más y ponerlo en práctica, la manera como restablecer los cauces desbordados de las tormentas políticas que enlodan la dinámica cainita actual. La decisión de mantenerse en el cargo no cerrará la boca a los difamadores, al contrario, ha agitado el avispero, saldrán todos a una, como ha anunciado sin rimas Feijóo, el prosaico.

En plena campaña electoral catalana se ha acusado a Pedro Sánchez de injerencia por recurrir el sentimentalismo a favor de Salvador Illa. Las próximas elecciones serán el termómetro que lo medirá. Estos días Puigdemont, uno de los candidatos, ha tenido que interrumpir la campaña electoral por la muerte de su madre. Un funeral en ausencia desde el exilio en el que ha cursado un máster intensivo del tratamiento que ahora administran a Sánchez. Respecto a la  "máquina del barro”, el presidente socialista no ha mencionado la guerra sucia contra el independentismo,  donde emerge con el proceso la llamada  policía patriótica. La vida y el espectáculo, como en el circo, deben continuar.

El presidente del gobierno español tendrá que acarrear por una carretera cuesta arriba un carro bien cargado de rocas durante la removida legislatura -un ejemplo de aliteración con repetición voluntaria de la consonante vibrante múltiple-. Un recurso que el lenguaje publicitario maneja con mucha soltura y creatividad.

No obstante es esta erre temblona la que utilizamos para parodiar el ruido de un motor gruñón que cuesta de poner en marcha o que no transita lo suficientemente fino.

 

martes, 23 de abril de 2024

Sant Jordi 2024.

 

En la víspera de la edición de Sant Jordi de este año -¡cómo pasa el tiempo!- ya tengo un par de libros elegidos. Dos. Obras que llevan tras de sí un trabajo de años compilando datos para ponerse en la piel del personaje. Historias que obcecan a quien las redacta imbuido por el personaje hasta confundirse con el alter ego contado o novelado que no les puede contrariar en este caso porque ya hace tiempo que cría malvas. Obras, ambas, que me interesan porque basculan entre el ensayo, el trabajo; y la recreación, el punto inspirado que permite mear fuera del tiesto imaginando al protagonista ante un hecho cotidiano. Cómo reaccionarían y qué dirían Josep Pla o Xavier Cugat.

No las he leído todavía. Un Cor furtiu de Xavier Pla y Confeti de Jordi Puntí. Mil quinientas treinta y seis páginas y otras cuatrocientas respectivamente. Mucha tela. Años de trabajo que por el eco que han tenido serán obras que figurarán en el ranking de las más vendidas aunque nunca se sabe. El homónimo Pla, autor y personaje, no es una obra golosa para el gran mercado, sí de gran extensión con hectáreas y hectáreas de letra impresa para explicar también la vasta inmensidad biográfica que comporta. Una obra de referencia y de contraste para aquellos -pocos- que hayan leído a Josep Pla de cabo a rabo. En caso contrario, un ejercicio de síntesis que nos acerca a la vida del autor, pero también a la obra, al menos por curiosidad.

En la novela de Puntí el título ya nos delata la mano de pintura rosa con muchas lentejuelas que pretende recrear. La historia de un catalán universal nacido en Girona con peluca, como Sinatra. Puede parecer menos rigurosa en el sentido estricto de la palabra y menos trascendente para los eruditos con ínfulas de escritor que la biografía documentada del otro genio gerundense y ampurdanés con boina. Son los libros que he pedido en la carta a los reyes de este Sant Jordi y que espero leer disfrutándolos. Ya me gustaría tener el ejemplar firmado por Pla o uno de Cugat con un garabato como una caricatura apresurada de sí mismo.

Coincidiendo con la fiesta mayor del libro, me apunto también al gran mercado editorial que concentra el grueso de las ventas por Sant Jordi jugándoselo a la carta meteorológica a pesar de la sequía que nos atenaza. Las expectativas editoriales y florales miran de reojo las previsiones que pueden desbaratar los propósitos. La fiesta está en la calle, en los tenderetes descapotables pendientes del cielo. Pasear con paraguas desluce el día, se está mejor en casa leyendo que curioseando en busca de libros o persiguiendo a autores consagrados o mediáticos para que nos firmen un ejemplar.

Sant Jordi hechiza, sobre todo a quien no la ha vivido antes. Un gesto, un libro y una rosa desbordan la capacidad para sorprendernos. Impresiona como por un día al año las ramblas y plazas mayores se alfombran con papel impreso y brotan flores en las esquinas. Un espectáculo melancólico mientras se puede ver a un adolescente torpe llevando una flor con tanta vergüenza como esperanza.

Entre los consumidores escasos y los profesionales de la lectura hay un punto de discordia. Aquellos que reniegan del hecho de tener que comprar un libro por prescripción, porque es el día, y los que, precisamente, por la festividad mercadean excepcionalmente uno. Quienes leen por vicio dejándose la vista en ello -ya nos prevenían los abuelos- fruncen el ceño ante el atrevido mercantilismo con el que nos asalta el universo del libro. Argumentan en contra del consumismo puntual que atestará las estanterías de ejemplares por abrir. En una infografía firmada por Maria Labró en el diario ARA, según el Gremi d'Editors se publican en Catalunya cien libros al día, más de cuatro a la hora. ¿Hay algún lector que pueda mantenerse al corriente ante semejante alud de publicaciones de todo tipo? Un surtido espectacular de autores, un ejército muy numeroso entre los reconocidos de prestigio, los mediáticos, los de temática específica, los raros, los de autoayuda y los poetas que viven atormentados en su torre de marfil levitando en una nube de metáforas que, en principio, serían los que más corresponden para canjearlos por una rosa y un beso. ¡Poetas!

Este año lo viviré en el pueblo, otra visión y otro contexto de esta fiesta única. ¡Feliz Sant Jordi! Insistiré, no hagáis caso a la envidia de los impublicados que viven rumiando en el purgatorio de la soledad en mitad de la oscuridad inédita sin reconocimiento ni halagos mediáticos. Aquellos que por dedicatoria, en fechas como ésta, sólo pueden dejar hablar a los silencios.

miércoles, 10 de abril de 2024

Y comieron perdices.

 

El número dos de Ayuso ha soltado al Presidente de la Generalidad de Cataluña, Pere Aragonès, en una sesión reciente en el Senado que éste se mea -micciona, ha dicho literalmente- en la cara de todos los españoles, porque no se trata de una falsa percepción de estar lloviznando. En mi tierra existía una expresión, hoy arcaica y seguramente en desuso, que consistía en soltar a aquellos a los que queremos menospreciar, “en el culo té meo”. Poco poética pero muy gráfica. La anécdota hay que ponerla en contexto, el que pretendía mearse estaba a nivel de calle mientras que la presunta, de resultar meada, se lo contemplaba desde un balcón, estratégicamente en una posición elevada y favorable. La respuesta de la novia defraudada fue del todo acertada -¡Uy, pajarito, qué largo deberías volar!

La física cuántica, que nos lo explica casi todo, deberá iluminarnos para saber quién, y desde qué plano teniendo en cuenta las leyes de la gravedad, ostenta la posición más ventajosa para mearse encima de los demás. Me doy cuenta de que para mearse en la cara de todos los españoles, desde Cádiz a Colera, Pere Aragonés tiene las de perder -no caeré en el chiste fácil- pero sin apelar a la física cuántica se puede deducir que lo tiene magro. Elevando la expresión a la categoría de figura literaria la encuentro acertada, de un impacto húmedo muy eficaz. Retorciendo su alcance podríamos llegar a la conclusión de que no hablaban, uno y otro interlocutor, de la capacidad y la potencia para asperger compitiendo, como cuando éramos niños con la próstata a pleno rendimiento, ante la referencia de una pared, que sería el caso de quien meaba más arriba, sino de longitud y de calibre políticos. Puestos en el contexto inicial podríamos exclamar -Uf, Pere, ¡que larguirucha te la hacen!

Nada nuevo en el panorama político actual, las descalificaciones, el tono abrupto, la crispación del discurso produce dolor de orejas al escuchar; al mismo tiempo presiden los atriles de algunas instituciones sin pudor alguno. La jaula de grillos que algunos quieren generar se ha vuelto habitual y recurrente. Tanto que ya casi somos capaces de predecir con qué nos aleccionarán o con qué tácticas pretenderán abatir las iniciativas de los enemigos -la palabra contrincante vive en el cajón de los descatalogados-. Sin embargo, ha habido un momento insólito casi coincidiendo con el eclipse de sol que ha aplacado y neutralizado a la derecha española. La furiosa dinámica del PP cruzando el actual desierto ha hallado un oasis. Un paro técnico para reponer y alinear la caravana vestida de gala con mucho tronío, salero y donaire bajo la sombra de las palmeras. Una tregua de un solo día, pero tregua en definitiva.

¿Dónde se sitúa este virtuoso cobijo? En Madrid, en el barrio de Salamanca, en la iglesia de San Francisco de Borja y en la finca El Canto de la Cruz. Ambos lugares significados con mucho predicamento mediático donde el cambio climático todavía no ha producido estragos como se puede comprobar en los reportajes gráficos. Hemos estado puntualmente informados de la boda entre el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, y Teresa Urquijo Moreno, de la familia Borbón. La aristocracia española, con el rey emérito de cuerpo presente, así como el ala más conservadora de la derecha se han reencontrado -si es que nunca se habían separado- para mostrarnos cómo se hacen las cosas con armonía y con sentido sensato de nación. Juan Carlos I -¡Viva el rey!-, la señora Botella y Aznar, Ayuso -¡presidenta, presidenta!- sin el compañero, Feijóo, Esperanza Aguirre -en la doble vertiente de aristócrata y personaje del PP-, Alberto Ruiz-Gallardón y una larga lista de invitados hasta el medio millar que han compartido el menú del bodorrio. Para redondearlo del todo se ha echado en falta la presencia de los reyes actuales y de Mariano Rajoy, más cómodo con el marisco gallego que con los cocidos madrileños.

¡Enhorabuena, novios, comed perdices y sed felices! Vista la predisposición del alcalde por lo solícito, enamorado como un preadolescente, así deberá ser. José Luis deja de ser un soltero de oro cañí para convertirse en la franquicia de Michel Jackson marcándose un chotis posmoderno desde Madrid, Madrid, Madrid hacia el cielo nupcial. 

 

domingo, 31 de marzo de 2024

Isobaras políticas.

 

Con la mona de Pascua nos llega una noticia impactante que remueve los parámetros habituales por los que evoluciona el mundo de la política. Un personaje asiduo de los que entran en casa con mucho predicamento sin llamar a la puerta porque es como de la familia ha anunciado que da “el salto” a la política. Ya habrá adivinado que hablo del meteorólogo de TV3 Tomàs Molina. El rostro más mediático de las predicciones meteorológicas, el programa más visto de la televisión catalana. El que marca la hora de acostarse y condiciona -por lo del predicamento- si las abuelas amanecerán con calcetines gruesos de lana y bufanda porque Molina les ha dicho que bajarán las temperaturas.

Será uno de los contados políticos conocidísimo que concurre a las elecciones, no tendremos que leer su biografía con premura para ilustrar su vida y milagros. Un buen fichaje. Quien no conoce a qué se dedica Molina. Un profesional sólido con conocimiento demostrado y una excelente capacidad para comunicar. Si la intención y la vocación eran llegar a presentarse por un partido político a los sesenta años habrá estado haciendo campaña electoral toda esta eternidad bien horneada por los rayos de los focos ensayando perfiles propios de funámbulo en la cuerda floja de la predicción para pronunciar sermones de impacto apocalíptico como un pedrisco asolador. ¡Cuántas abuelas a las que ha ahorrado una gripe estacional no querrán votarle!

Tomàs Molina entra en la arena política sin la capa protectora que le confería hasta ahora el personaje público que representaba. Justo hacerse pública la noticia, le han salido como setas fuera de temporada enemigos nada entrañables que lo trituran en las redes con más rabia que si la hubiera errado en una nevada de fin de semana en el Ripollès o se hubiera atrevido a predecir el tiempo en Andorra la Vella. Quiere romper una lanza en contra del cambio climático desde la competencia y el conocimiento que se le supone. Algo que deberíamos exigir de aquellos que quieren representarnos. Gente que sabe de qué habla, que ha visto una cabra de cerca, ha rascado pizarras, ha atendido a pacientes; aquéllos que tienen el culo pelado en gestionar conflictos y resolverlos. Candidatos para parlamentos y gobiernos, sino de los mejores, de los entendidos, personas comprometidas políticamente con ideas y objetivos.

Veremos cómo le va al Molina. Su popularidad tiene un plus como candidato pero también una exigencia que le pondrá bajo la lupa y la crítica del adversario; a la larga también, si logra ser elegido, de los que le votaron. Que el próximo salto no sea por la ventana. En el recuerdo anecdótico la defenestración repentina -que no pasó por las urnas- del colega, también hombre del tiempo, Alfred Picó. Larga vida a quienes insisten.

Lluís Llach, ahora Tomàs Molina, son personajes que vienen avalados por largas trayectorias profesionales que se acercan a la política desde vertientes donde han tenido éxito. Políticos singulares valorados a la ligera como “pardillos” no profesionales por la oposición y a menudo por los propios compañeros en voz baja y fuera de cámaras. Políticos en rodaje, novatos, que deben integrarse en los circos romanos llenos a rebosar de leones y fieras diversas con colmillos que los quieren arañar cuando no merendar. Suerte y acierto a todos los que se incorporan llenos de voluntad y ganas.

Ahora que empieza a llover, se marcha Molina, un presentador cargado de bonhomía cordial. Espero que en medio de los radares con tanta tormenta política acierte la predicción para que una borrasca atlántica no lo haga naufragar o no lo engulla.

 

domingo, 24 de marzo de 2024

Tambores de guerra.

 

Si echamos un vistazo a la prensa, a los telediarios o a las redes sociales, puede provocarnos un ataque de vértigo. Desde la atalaya informativa nos asomamos al confín del risco con el despropósito creciente de los tambores de guerra repicando tras el encuentro de los jefes de estado europeos de esta semana en Bruselas. Se debe potenciar la industria de las armas en la UE. Hay que cerrar el paso a las ínfulas de invadir Ucrania por el régimen de Putin reforzado por sus sospechosísimas mayorías absolutas obtenidas que lo reafirman. Los dirigentes europeos instan a la sociedad civil y militar a “coordinarse y prepararse” ante la amenaza que involucraría a toda la sociedad. Bruselas habla sin tapujos a favor de una "economía de guerra". En el reciente encuentro se ha puesto sobre la mesa una potencial “tercera guerra mundial” si Putin logra vencer a Ucrania.

Al desastre de atrocidades acumuladas, las autoridades energéticas de Kiev confirman que se acaba de producir el mayor ataque a la infraestructura energética de Ucrania de toda la guerra. Mientras, justo horas después, en el corazón de la Rusia de Putin acontece un asalto terrorista con más de un centenar de víctimas mortales a las afueras de Moscú en una sala de conciertos reivindicada por Estado Islámico. La autoría real del atentado se columpia entre acusaciones de todos los colores, también existe la sospecha de que contribuirá a un incremento exponencial de la propaganda militar para favorecer la movilización en Rusia y a una escalada de las agresiones contra Ucrania justificando ataques genocidas a la población civil ucraniana. La inteligencia militar ucraniana atribuye la masacre a una operación planeada desde el Kremlin, una de especial perpetrada por los servicios secretos rusos contra sus propios ciudadanos para desprestigiar a Ucrania y a los que le apoyan. Al otro lado, el presidente ruso en un severo discurso televisado ha acusado a Ucrania de estar detrás del “bárbaro atentado terrorista”.

En el Consejo de Seguridad de la ONU la petición de un alto el fuego "inmediato" en Gaza presentada por Estados Unidos se ha desbaratado por el veto de Rusia y China, ambas miembros permanentes, que no han querido votar a favor de la resolución simplemente porque la han presentado los americanos, ha sentenciado la embajadora estadounidense ante la ONU. Esta resolución era la primera que presentaba Washington después de haber votado tres veces consecutivas en contra para detener las hostilidades. Los tambores de guerra y los despropósitos siguen percutiendo en la Franja de Gaza.

Frente al alcance de las noticias y la complejidad del mundo actual, aumenta el desánimo. Es cierto que la velocidad y la variedad de las informaciones pueden ser arrolladoras y, en consecuencia, provocar un estado mental de desorden o caos. Sin embargo, también hay razones para mantener la esperanza y encontrar elementos positivos en el mundo que nos rodea, argumentamos los incautos que, seguro, tenemos razón venciendo en número y mayoría a los que provocan las perversidades. Aunque sea difícil verlo a veces, existen muchos ejemplos de bondad, resiliencia y progreso en el mundo -insiste el ingenuo-. Personas de todos los rincones trabajan incansablemente por mejorar las condiciones de vida, luchar contra la injusticia y proteger el medio ambiente. Historias de éxito, actos de generosidad y momentos de unión se producen a diario, aunque no siempre reciban la misma atención que las noticias negativas.

Por tanto, a pesar de los desafíos a los que nos enfrentamos, quisiera creer que hay razones para ser ingenuamente optimistas y buscar la belleza y la bondad en el mundo que nos rodea. Quizás sea cuestión de cambiar la perspectiva y buscar activamente lo positivo en medio de la complejidad y el ruido de las noticias que nos estremecen con palabras gruesas y el eco de los cañones desasosegándonos para aceptar agradecidos sin aspavientos los estratosféricos presupuestos que reclama la industria de la muerte para saciar los conflictos y a las cohortes belicistas. La guerra es un negocio de oportunidades. A más armas y munición, más seguros y, así, más felices y contentos danzando al compás de los gozosos tambores de la guerra.

martes, 12 de marzo de 2024

El agua cae del cielo.

 

¡Ha llovido! El pasado sábado disfrutamos de un episodio insólito porque llovió sin causar estragos muchas horas seguidas. Las cumbres de la Serra de Cavallera, tras la niebla y la lluvia, las descubrimos bien blancas de nieve cuando las nubes las rebasaron habiendo descargando en las cabeceras de los ríos. El Ter subió un poco. La tierra sedienta se ha tragado muchos de los litros y por eso el aumento del caudal no ha sido como solía, no se ha producido una fuerte riada de aquellas que arrastran vegetación y sedimentos, pero hemos visto el río como bajaba con más alegría y algo más caudaloso mientras una colchón de nieve considerable cubría la montaña, depósito natural de más agua a medida que se vaya fundiendo la nieve.

Ha sido un placer, un gozo compartido por todos. Hemos  asistido a un espectáculo de la naturaleza que cae del cielo. Los que viven pendientes de los pastos lo definen gráficamente -¡Caen duros! Inversiones acuáticas en la bolsa de futuros mientras los campos verdean sin timidez o las fuentes vuelven a manar. ¡Ay, quién tuviera la llave del grifo del cielo! Cuántas personas nos embelesamos viendo cómo las canaleras iban llenas de una lluvia amorosa. Qué placer caminar debajo del paraguas sintiendo el goteo del agua mientras sorteamos los charcos. Ha costado, pero la naturaleza ha desmentido finalmente el anuncio institucional ya que, efectivamente -me fijé- el agua caía del cielo.

 La prensa se hace eco de la comitiva que el arzobispo Joan Josep Omella protagonizó con un centenar de barceloneses creyentes tras la figura del Santo Cristo de la Sangre el día que más ha llovido remojándolos a todos. Dios les hizo caso a la anticipada. Una procesión a tal fin con quinientos años de tradición. La noticia especifica que la última vez que el Santo Cristo de la Sangre, con sede en Santa María del Pi, había salido para provocar las nubes fue en 1945. ¡Bienvenida lluvia!

Un caso similar, pero con nefastas consecuencias, se produjo a principios del siglo pasado. Debido a otra grave sequía en las comarcas del Pirineo gerundense, los habitantes del Ripollès hicieron una rogativa yendo en procesión a Núria. La Virgen de Núria se da buena mano mediando en este tipo de peticiones. Pidieron lluvia, el motivo de la romería. De regreso, el cielo se tapó amenazante y descargó una granizada que dañó los cultivos. La respuesta celestial, en este caso, fue de una inmediatez fulminante y abrumadora.

Las recientes tractoradas de la gente del campo también han tenido un punto de procesión de autopista. Los campesinos motorizados han desfilado ordenadamente con mucha fe en sí mismos. Sus rogativas -demandas- se han dirigido a unas deidades más terrenales y de menor veneración. Habrá que ver si logran lo que pretenden. De lo que estoy seguro es que tanta energía acumulada maldiciendo la sequía debe haber resultado eficaz en cierto modo. Desconozco si conseguirán reducir el papeleo que las administraciones les reclaman, pero que las miradas al horizonte sin nubes y las súplicas cargadas de desesperación también habrán obrado, finalmente, para que el agua vuelva a caer del cielo.

 

jueves, 29 de febrero de 2024

Año bisiesto.

 

Febrero, el mes de los gatos porque es cuando más galantean estos atléticos felinos trepando tejados ajenos o bajando a los discretos escondrijos de las callejuelas. Cuando más frío hacía, las gatas estaban en celo. Este año febrero marceo mucho, desconozco si los maullidos nocturnos se han prodigado como solían o, como los almendros, han florecido prematuramente. El tiempo y el mundo han enloquecido. Lo que no cambia es la organización perfecta y medidísima de los calendarios que ya los egipcios preveían pasando por los romanos hasta el papa Gregorio XIII, que reformó el calendario juliano -de Julio César-, al cual grosso modo añade un día si las dos cifras de al año son múltiplos de cuatro. Así el año astronómico encaja con las seis horas que faltan en los años de 365 días para completar la vuelta de la Tierra al Sol.

Febrero, el raro, era -antes del cambio climático- un mes feo. Solía ​​hacer mucho frío y todavía es oscuro invierno. Estoy convencido de que esta circunstancia fue clave para tratar de acortarlo, sólo veintiocho días a menos que proceda un año bisiesto. A la fealdad congénita añadiría que es el período posnavideño que castiga el abuso festivo y los excesos luminosos. El mes de las penitencias diversas hermanado con los lunes. De tener poder y ascendencia en materia santoral, aboliría el febrero y los lunes. Liquidaría los hitos abyectos que representan. Más aún si febrero dispone de un día añadido de gracia para castigarnos. Nacer ese día en un año bisiesto debe marcar carácter y plantea la duda de cuándo conmemoraremos el natalicio los años que no son divisibles por cuatro. Ya se encarga el código civil de arruinar la hipotética eterna juventud dictaminando que celebrarán el aniversario a efectos de papeleo el veintiocho de febrero.

El maleficio que se les atribuye se focaliza en ese día fantasma, aunque intermitente y previsible. Porque año bisiesto, año siniestro, reza acertadamente el refrán fundamentado en la experiencia. Sólo aquellos que no saben en qué día se comen el pan -como yo mismo- nos escabullimos inoculados por el caos de una existencia exenta de las tiranías de una agenda exigente. Hablando de dietarios me pregunto si no es atrevido convocar un evento en este día tan señalado.

Aunque fueron los designios -o los caprichos- de la naturaleza, el presidente Pedro Sánchez es uno de los damnificados que llegó al mundo un día como éste. Dicen que ya se adivinaba la incipiente flor en el culo cuando abrió los ojos a la cruda realidad. Ha trascendido de la celebración de este aniversario que una de las velas de la tarta costó dios y ayuda de apagar. Un colega presente de los más cercanos al presidente aventuró que esa vela díscola la había prendido Ábalos, el exministro y hombre de confianza que ahora viaja solo en una motocicleta con sidecar donde se repantinga sin casco ni mascarilla la presunta e interminable corrupción de algunos políticos.

Quien ha elegido conscientemente la fecha de hoy para el discurso de la nación en la Duma ha sido Vladímir Putin, el presidente de todas las Rusias. El inmenso escenario con predominio del blanco inmaculado era incapaz de contener el aura superlativa que emana del personaje. Solo y poderoso paraliza el país y la audiencia con una mirada de zorro que ha estrujado los huevos de la paz. Rusia se defenderá de la OTAN si es necesario con una "trágica" guerra nuclear, ha dicho. Vuelve, a amenazar a las gallinas todas, con la bomba atómica -que parece más contundente que nuclear-. No nos confiemos en el año bisiesto, pero de este zorro ártico, tampoco. 

Al menos 112 personas han muerto y otras 760 han resultado heridas -cifras provisionales- tras un ataque israelí sobre un punto de recogida de ayuda humanitaria en el norte de la franja de Gaza. Hoy también es el día en que se han superado los 30.000 muertos durante cinco meses de guerra en la Franja. Desconozco en el imaginario judío las connotaciones que comportan los años bisiestos.

Aunque lleva traspasado -en el buen sentido de la palabra- seis años y meses, el presidente Carles Puigdemont hoy -justo hoy- el tribunal supremo ha decidido investigarle por terrorismo. El alto tribunal ve indicios de terrorismo -concretamente "terrorismo de calle"-. Me viene a la cabeza la imagen de unos jueces trabajando la ley en la fragua como un trozo de acero para volverla bien candente, a rojo fuego para poder forjarla a martillazos en el yunque de la interpretación judicial políticamente interesada.

No todo debe ser negativo, los payeses en prevención, año bisiesto, ni viña ni huerto, han acordado con la conselleria algunas medidas que deberán concretarse y verificarse. Hay una que roza la inutilidad ya que no trae agua ni protección a los productos de Km 0. Es una especie de metáfora cargada de simbolismo, de las que no se tocan, no se pesan ni se comercializan. Han conseguido que en el rótulo vigente del departamento de acción climática se vuelvan a incorporar los conceptos tradicionales de agricultura,  ganadería  y  pesca. Los nombres no hacen la cosa, los identifican sin ambigüedades. Más cuando algunas de las exigencias chocan con el espíritu purista de la acción climática.

Termino el repaso relativo a febrero con la clausura del Congreso Mundial de Móviles. No se han producido desgracias remarcables salvo el robo de un reloj de los buenos a un importante directivo de una compañía de renombre. Un gentío con muchos personajes selectos, numerosos apóstoles del lujo y de la tecnología que se han reunido en una especie de colonias o de semana blanca para ejecutivos en Barcelona. Marchan, alzan el vuelo una edición más habiendo casi liquidado el ecosistema de los crustáceos mediterráneos, han resultado significativamente diezmadas las gambas de Palamós que hasta el próximo congreso no se habrán recuperado.

Mañana, cuando se publique esta crónica, ya habremos entrado en marzo, preludio de la primavera que empezará -dicen- el 20 de marzo a las 04.06. Mientras, os deseo que como los felinos domésticos hayáis vuelto de las incursiones nocturnas sanos y salvos. Quizás un poco rasguñados o escaldados. Regresad tan sigilosamente como cuando os las pirasteis, disimulad, haceos los desentendidos y agradeced la paz y el confort caseros de una buena comida en lata para gatos y -como Milei ha prohibido, arañado, el lenguaje no sexista- gatas sin castrar. 

 

jueves, 22 de febrero de 2024

Navalni, de opositor a mártir.

 

La diversidad de pensamiento promueve que las personas se reúnan por afinidades. Agrupadas, tienden a organizarse para alcanzar intereses comunes que quieren conseguir desde el sitio más prominente, el gobierno. El poder es la capacidad de decidir y de imponer leyes, costumbres, mentalidades y, en consecuencia, de mandar haciendo pasar por el tubo a los adversarios disimulando, anunciando aquello tan manido que quieren gobernar para “todos”, también para los que no los han votado. Una mentira piadosa políticamente correcta amparada por la formalidad con que lo anuncian en el primer discurso, recién elegidos. Que estos “todos” a los que se dirigen se lo crean y lo perciban son harina de otro costal. Los demás son la oposición que levanta el dedo, protesta, descalifica y más aún. Es, de hecho, el papel que les corresponde, poner en evidencia la gestión de quienes mandan. Son reglas democráticas que permiten la alternancia en el ejercicio del poder decidido en las urnas.

Este juego cívico tiene, sin embargo, algunos momentos que pueden chirriar cuando estos líderes han probado la miel altamente adictiva de gobernar. Sus peores pesadillas nocturnas pasan por el miedo a perder el cargo, a no ser reelegidos. Aún será más desgarrador si son defenestrados de la presidencia antes de terminar los períodos que las leyes prevén. Que la mayoría los descabalgue sin agotar los mandatos permitidos debe ser un infierno que chamusca el amor propio y abrasa el egocentrismo. Apegarse a la butaca es una debilidad humana que propicia jugadas indecentes para perpetuarse. Cuántos líderes mundiales no lo han practicado y algunos lo han logrado. Actualmente China y Rusia son dos claros ejemplos a los que Trump quiso remedar sin demasiado éxito ni experiencia. Veremos si lo consigue ahora, en el próximo mandato que tiene a tocar pese al barro judicial que le asedia.

Alterando las normas del juego conspirando con otros poderes del estado se puede legislar para hacer posible lo que contradice la esencia del sentido común democrático acercándose a una dictadura. La historia está llena de dictadores electos en primera instancia que han impuesto el sombrero de talla única, uniformado en todos los sentidos. Gobiernos autoritarios cargados de chatarra democrática formal soltando la palabra "libertad" a cada suspiro. Falsos -mentirosos profesionales por vocación y falta de ética- que acusan con los argumentos permutados que ellos practican. Oportunistas, populistas de idea fácil.

En el catálogo de personajes que se han impuesto existe un gran surtido. Los más chapuceros, la primera categoría, asaltan el poder con una trompada de sable, un golpe de estado que militariza la cosa con crueldad y derramamientos de sangre sin contemplaciones relegando de un manotazo la chatarra democrática que aludíamos. La segunda categoría es más sutil y se prolonga en el tiempo, no tienen prisa pero no aflojan, a cada colada una vuelta de tuerca que estrangula las libertades. De seductores -me atrevería a decir que simpáticos y campechanos- a imponer una tiranía con toda la chatarra democrática -pero oxidada-. Promueven elecciones sospechosamente manipuladas y ponen todo el cuidado del mundo en desactivar a los opositores al régimen, a quien le pueda hacer sombra en las urnas y en reprimir las sensibilidades contrarias.

Desde hace unos años se impone el segundo modelo de guante aparentemente suave que ha ido evolucionando hasta la extrema dureza. La sombrerería que crea tendencia es la gran casa de sombreros imperial regentada por Putin. Un dirigente testosterónico que hiela la sangre con eficacia bélica o aniquilando a opositores. El modelo que más descuella es el del sombrero inútil porque antes decapita a los opositores. Alexei Navalni ha sido la última víctima. El cabezudo opositor que fuera envenenado y, una vez recuperado, insistió en regresar a Rusia. Valiente y retador se ha convertido en un aviso para navegantes de las turbias aguas rusas que bañan el centro penitenciario del círculo polar Ártico donde le han matado.

Este zar de opereta siniestra sin andarse con chiquitas, no sea que por razones biológicas -como correspondería- se anticipara al cielo de los tiranos antes que Navalni, cosa probable por la edad a pesar de que sea capaz de prolongar su poder hasta morirse superando el récord de Stalin -algunos recordamos dictadores que expiraron en la cama con aureola de santidad-. Muerto el perro, muerta la rabia. La represión a los homenajes callejeros, el misterio que rodea las circunstancias de la muerte o la autopsia que le deben practicar no han precipitado por ahora el estallido de una revuelta. Todo parece lícito para Putin, como la guerra de Ucrania. ¿Tendrá consecuencias o sólo se convertirá, Navalni, en una efigie de camiseta que no se podrá lucir en la Rusia actual? En la percepción exterior -no conocemos su impacto real en Rusia-, Putin ha convertido a un opositor en un mártir. Lo ha ascendido a una categoría superior, etérea sin corporeidad y sin debilidades humanas. Se puede machacar la carne, pero los símbolos -como los fantasmas- son escurridizos, difíciles de encarcelar y más aún de asesinar.

Cada maestrillo tiene su librillo.

viernes, 9 de febrero de 2024

Payeses.

 

La concentración y las movilizaciones de los campesinos de estos días han coincidido con el juicio mediático del futbolista, un presunto violador de discoteca. Me fijo en la difusión que lo acompaña -cercana al morbo- con mucho poder para atrapar audiencias, con un seguimiento minuto a minuto de lo que trasciende. De hecho, el Palacio de Justicia ha vuelto a circundar el perímetro exterior con la gran valla de las fiestas mayores judiciales, la de los momentos estelares de los últimos años convulsos. Unas vallas que seguro tentarán a más de un ganadero porque serían de mucha más utilidad como cercas de un corral para ovejas. Animo a los tractoristas a aprovechar el viaje de regreso a la masía para cargar el remolque.

La coincidencia de estos dos acontecimientos, el juicio y la tractorada, podría deslucir el papel y el clamor reivindicativo de los campesinos. El tempo o la agenda apretada se han solapado. El trabajo de los medios de comunicación para informar de uno y otro asunto supera a los periodistas que no quieren perder el punto de conexión de los sucesos. Personalmente encuentro mucho más heroico -no soltaré ningún otro adjetivo- el papel de estos payeses que están profundamente irritados y han decidido hacerse oír levantando la voz y el arado.

Unir a dos campesinos era un hecho tradicionalmente insólito. Reunirlos a todos o a una gran mayoría es un milagro. Quién, en el mundo rural en sus diversas vertientes, ha vivido en completa armonía sin litigios por un palmo de tierra o porque una recua de vacas había invadido los pastos de la masía vecina. El pequeño país que conforma la minúscula patria con fronteras de andar por casa dibuja el mapa de unas propiedades agrícolas y forestales mayoritariamente en manos privadas. Preguntad a quien no ha sufrido la presunta mirada intimidatoria del campesino que nos sorprende recogiendo furtivamente setas en sus tierras. La pertenencia, el sentimiento de propiedad; la tierra.

¡Payeses! Personajes que en el auca de los tópicos siempre les había tocado representar el papel de destripaterrones fáciles de engatusar por los embaucadores espabilados de ciudad. En una ocasión un abuelo me soltó como quien no quiere la cosa que él era payés, ¡pero con vacas! Efectivamente, muchas vacas con esquila y, a juzgar por las máquinas que exhiben, con vehículos más caros que un coche de alta gama. El abuelo diferenciaba bien gráficamente la connotación de payés con ser de payés con vacas. Agricultores sabios que trabajan la tierra o que pastan rebaños sobreviven a los tiempos desquiciados que habitamos. Vivir en el campo hoy no tiene demasiadas cosas en común con los cuentos junto a la lumbre que cuentan los abuelos, la memoria longeva de unos años absolutamente prescritos. Son las brasas que se extinguen de una vocación habitualmente heredada que costará mucho reanimar mientras se lamentan dado que es un oficio sin futuro, amenazado de muerte.

Muy mal deben percibir las condiciones de supervivencia con las que debe batallar el sector para que hayan salido tantos a quemar neumático en las carreteras y hayan sitiado las capitales con procesiones de tractores con más humo de gasoil que de incienso. Europa es testigo de ese malestar que ahora también ha llegado a Barcelona. Una imagen insólita con la Diagonal y la Meridiana atestadas de tractores, “Hasta los cojones” -proclaman algunas pancartas-. En resumen, sin discursos largos, explicitando la desazón y las exigencias que les machacan. También es cierto que no encontrareis a ningún campesino que no se queje, siempre tienen argumentos para hacerlo, como si exhibiendo su bonanza las cosas se pudieran torcer temiendo a la vez que los dioses de la fortuna los hubieran de castigar por soberbios con pedrisco o con pestes que diezman al ganado.

 Me olvidaba de la última plaga que les -nos- castiga, la sequía. El agua que necesitan los cultivos, el agua que beben los animales. Sin pastos hay que sacrificar reses porque sin cereales no hay paja -ni pan-. El panorama actual es casi apocalíptico con la trashumancia suspendida por falta de hierba donde solían pastar en invierno. Mientras, los piensos, abonos o productos fitosanitarios cotizan a precio de caviar ruso. Que no haya pastos en los lugares donde invernar no significa que no tengan que pagar su alquiler. ¿A qué precios deberían vender lo que producen para poder hacer las paces? Se quejan de que en muchos procesos no llegan a cubrir lo que cuesta producirlos. Entretanto, en los mercados nos invaden productos de otros lugares que compiten con los nuestros y que no deben cumplir los requisitos que las administraciones requieren a nuestros campesinos. Economía global, competencia desleal, al menos, en desigualdad de condiciones.

Me contemplo al abuelo de los cencerros mientras tostamos  una rebanada de pan en los rescoldos de la chimenea. Él que tiene tiempo me lo imagino poniendo en marcha el ordenador y rellenando los formularios con las gafas progresivas despeñándose por la nariz. Es el papeleo que regula el engranaje administrativo de la gente de payés. Un diario pesado de requisitos y normas que condiciona, con la pachorra extraordinaria en la interacción con la Conselleria y otras instituciones, la vida del campesino actual en un permanente diálogo virtual con plazos rigurosos y semáforos rojos que cierran el paso a las subvenciones amenazando como tarjetas arbitrales. Madrugones y parrandas nocturnas registrando bautizos y comuniones de terneros o trasplantes capilares de cepas descabelladas. La burocracia y el ordenador son la cría huérfana de la masía que debe amamantarse pacientemente mañana y noche con un biberón.

Por todo ello conjuro a los dioses de la lluvia y del sentido común. ¡Que llueva! Que los campesinos logren sus reclamaciones para que puedan continuar con su actividad dignamente. Que el camino de vuelta les sea favorable marchando cargados no sólo de promesas sino de realidades que deberían cumplirse. Mañana me fijaré si las poco afortunadas vallas del Palacio de Justicia siguen importunando en la calle.

Dedicado a un joven campesino de cabecera, Joan Fontdevila.

 

miércoles, 31 de enero de 2024

Efluvios de un ecosistema nocivo.

 

Hay asuntos que pese a ser los causantes -ya podemos dejar de lado el adjetivo "presuntos"- nos sobrepasan. No somos todavía capaces de hacer que llueva y pasar página. La extraordinaria sequía que padecemos ha dejado los embalses en unos mínimos históricos. El área metropolitana de Barcelona y parte de Girona se verán afectadas por el plan de medidas especiales contra la sequía que restringirá el agua potable en el sistema Ter-Llobregat. Si no hay, no puede manar agua al grifo. Veremos cómo se concreta y cómo nos afecta en la vida doméstica. Hago a los hostiles de la higiene personal apelando a la sequía para lograr uno de los retos con argumentos que les apoyan. Me imagino a las autoridades volviendo a decretar el uso de la mascarilla para combatir la atmósfera espesa en los espacios cerrados y de concurrencia comprimida. Una vida dura para las personas con agudeza olfativa; a las embarazadas las veo recluidas en una burbuja de protección.

Volverán los días del intenso pachulí, de reciclar calcetines sin pasar por agua como solíamos en las extasiadas épocas del piso de estudiantes. El tufo de la sequía empapando nuestras vidas sin mencionar los sedientos problemas graves que puede acarrear. Corren malos tiempos en un ecosistema nocivo que nos envuelve y nos atufa. Por todas partes, si aspiráis profundamente, estos efluvios nos arremeten haciéndonos fruncir la nariz en un gesto de desagrado que nos incomoda. ¡Uf!

Cosas mías, pero en la dimisión en diferido del entrenador del Barça, Xavi Hernández, detecto también el futuro irrespirable en el vestuario sin ventilar y con las duchas vedadas que puede afectar a su salud como ha argumentado en una rueda de prensa. Imaginad una asamblea de jugadores sudados en el descanso de un partido soportando los reproches del entrenador cabreado con un bozal protector. Si no cambia el tiempo y llueve, el césped del Camp Nou las pasará canutas, de campo verde de fútbol a terruño donde pacer cabras que, por sus pecados -como los jugadores-, llevan las rodillas peladas.

Algún día tendrá que llover, un consuelo que por ahora no acaba de llegar. Tampoco es que hayamos desfilado suficientemente en procesión rogando a las divinidades, seres cercanos al cielo, que pongan remedio. Sin embargo muchos tememos que, cuando lleguen los chubascos, descarguen con furia causando estragos que deberemos lamentar. Por ahora, en esta contumaz sequía, tan sólo nos ha afectado un tsunami que ha traído más cola que agua. Los efluvios de algunos jueces a Varon Dandy, perfume legendario y centenario como el coñac para hombres con criterio legal, invaden algunos tribunales que permanecen con las ventanas cerradas demasiado tiempo. Vuelven -o nunca se han ido, como el pachulí- los entornos con hedor a rancio, a taciturno.

A la aspereza ambiental que se respira agravada por el polvo sahariano que también nos ataca no es extraño, pues, que algunos tengan que habitar en microclimas allá arriba al norte protegiéndose el flequillo del pedrisco seco y de las amistades peligrosas. Parecería una inocentada inverosímil que quieren colgarles si no fuera porque determinados jueces se han empeñado en alejarles aún más de la ley de amnistía que ha sido tumbada en el Congreso por una parte del independentismo catalán. Una galerna o la tormenta perfecta para el presidente español al que se ha visto con cara de consternado, todo ello un poema político con rimas torpes que nos descoloca.

Quiero pensar y deseo que volverá el perfume de la hierba recién cortada, amorosa, limpia con el olor de una criatura recién lavada. 

 

miércoles, 17 de enero de 2024

El lunes más triste del año.

 

Dicen que este lunes, el tercero de enero, es el día más triste del año, la globalidad lo rotula en inglés, blue monday, como si el nombre hiciera la cosa. Si nos fijamos en nuestro calendario coincide con la semana de los barbudos, donde la tristeza se sustituye por el frío, las heladas, nevadas y el mal tiempo en general que tradicionalmente se originaban por estas fechas, las de los santos velludos. Esto era antes de que el clima se desquiciara por completo y los referentes hayan perdido fiabilidad. En el mundo anglosajón el azul -blue- tiene esa connotación mezcla de tristeza y melancolía que nos descolocaba tanto cuando Roberto Carlos, aquel cantante brasileño de los setenta del siglo pasado, anunciaba que el gato está triste y azul a la vez. Un problema de traducción o en realidad era cosa de las condiciones meteorológicas de la temporada cuando hacía tanto frío que incluso los gatos se congelaban y se volvían de color azul tirando a morado. 

El lunes más triste del año es un buen argumento por ponerse a hibernar -como le habría convenido al gato de la canción- mientras no llega el martes, al día siguiente de después del lunes más gatuno del calendario. Este accidente que nos quiere noquear anímicamente estaría fundamentado en recientes campañas publicitarias creadas para aumentar las ventas ya que el decaimiento sólo se puede apaciguar con mayor consumo. No hay que ser un gran futurólogo para adivinar que, después de las fiestas, la alegría, sobre todo en los establecimientos comerciales, no pasa precisamente por el momento más álgido. Hacer coincidir esa desgracia con un lunes es definitivo. Porque el lunes debería estar proscrito, desterrado de los días de la semana a menos que caiga en festivo. ¡Qué día más feo!

Yo personalmente firmaría que sólo haya un día desolador a lo largo del año aunque sea el lunes. O dos o tres a mucho estirar. Pero la realidad es más dolorosa y menos armónica. Empezado el 2024, todavía en rodaje pero sin demasiadas garantías, el panorama sigue desafinando en muchos lugares. Guerras, algunas aparentemente amortiguadas porque han perdido protagonismo periodístico mientras las atrocidades siguen vigentes en el frente, como en Ucrania, que ha sido apartada de los grandes titulares por la escalada despiadada de horrores que se viven en Gaza mientras, como una mancha de aceite, el Mar Rojo se comienza a teñir literalmente de rojo.

Un mundo frágil, por decirlo suavemente, con los conflictos aludidos y el fantasma de Donald Trump que resucita ya no de las cenizas sino de las llamas que nunca se han extinguido en la confrontación interna que viven Estados Unidos. Justo acaba de empezar la carrera electoral con un candidato acusado de complicidades en la insurrección por el asalto al Capitolio entre otros delitos. Se acaba de conocer que con un gran margen de diferencia, más de la mitad de los votos, el estado de Iowa ha elegido al magnate estadounidense como el candidato preferido para representar al Partido Republicano en las elecciones de este 2024. Resuenan las contundentes palabras de la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, admitiendo sin reservas que un posible regreso de Trump a la Casa Blanca sería "claramente una amenaza". Un factor de riesgo y de especulación constante.

Mientras, coincidiendo con el lunes más nefasto del año en Davos (el lugar donde se ubica la novela la montaña mágica de Thomas Mann que se publicó hace justo cien años) se reúne el capitalismo globalizado bajo el lema “Reconstruir la confianza”. Más que una ironía es un sarcasmo -triste y azul como el gato- donde se reúnen el poder corporativo con algunos presidentes de gobiernos y significados personajes en un club privado, el de Davos -que destila oscuridad y ostentación-, donde algunos representantes de grandes monopolios privados poseen valores superiores al PIB de todas las economías de África y América Latina juntas. ¿Qué confianza quiere rehacer la faraónica riqueza de estas multinacionales que compiten con el poder de los estados pudiéndolos regular? Un espectáculo para selectos miembros en un mundo cada vez más desigual y con la extrema pobreza en alza. Los cinco hombres más ricos de la Tierra han más que duplicado su fortuna durante los últimos cuatro años. La brecha entre ricos y pobres no ha parado de aumentar desde que la pandemia disparó su desigualdad. Las grandes fortunas han crecido porcentualmente tres veces más rápidamente que la inflación.

lunes, 8 de enero de 2024

Cenando con el Rey Melchor.

 

(Dedicado a Lluís-Melchor)

Cuesta no recuperar el hechizo y la magia de cuando éramos niños contemplando la cabalgata de los Reyes Magos desfilando por las calles del pueblo. Quién no ha entregado, aunque sea de pensamiento, una carta al paje real con una lista de demandas que van perdiendo la concreción a medida que se adelgaza la fe monárquica. La puesta en escena con carrozas cargadas de regalos y solemnidad nos transporta a la infancia con la firme convicción de haber sido buenos mozos. La omnipresencia de Sus Majestades de Oriente ha llegado a este lugar con una nevada testimonial en la montaña y con una llovizna que no resolverá la falta grave de agua, una muestra de buenas intenciones que ha sido también testimonial y no ha entorpecido en exceso el desfile real.

De la magnificencia fastuosa de las grandes ciudades a la accesibilidad de los reyes de pueblo donde uno te dedica besos personalizados, otro te ofrece un puñado de caramelos y el tercero se acerca a conversar. Reyes cercanos que conocen el territorio y la república laica de la santa inocencia, allí donde convocan a las criaturas por su nombre y conocen de ellos algunas travesuras. Monarcas cercanos que se pueden presentar a casa para cenar. Así fue como Melchor, sin corona y despojado del traje de gala, llamó a la puerta y se incorporó a la mesa para reponerse de la extrema palidez que acarreó a lo largo de la jornada. Bienvenido, ¡excelencia!

Protagonista consciente de la magia del día, cansado de sentar la ingravidez inocente en las rodillas si no fuera porque los Reyes Magos no se agotan, todavía se entusiasma, enternecido por la experiencia vivida, con emprender el reto de una noche larga, la que corresponde llevar los juguetes a los niños. Pero sus majestades también cenan y gozan de una breve tregua.

Como niños nacemos y, con los años, criaturas nos volvemos, la intensa víspera de reyes comienza tradicionalmente con la visita al geriátrico a media mañana. Abuelos de ojos aturdidos, sorprendidos, agradecen los regalos mientras algunos luchan por desenvolver un caramelo comprobando cómo los reyes son escrupulosamente exactos en la aritmética del reparto equitativo entre los residentes.

Pero el plato fuerte, comida al margen -los reyes también almuerzan-, arranca justo con la concentración de todo el que forma parte de la cabalgata para organizar el lucimiento del desfile nocturno. Un ejercicio disciplinado, de mucho trabajo discreto y voluntario que habla de generosidad. Son reyes de verdad encaramados en las carrozas doradas rodeados de pajes sumisos. Saludan ceremoniosamente, con solemnidad, a las criaturas. Sonríen mientras en las aceras se congrega un gentío con farolillos para recibirlos. Padres perdiendo la moderación con tiernas criaturas a las que apedrear con caramelos. 

Un séquito que este año, por prevención meteorológica, no ha terminado en la plaza mayor, en los balcones del ayuntamiento donde son recibidos por las autoridades cuando el alcalde entrega a Melchor la llave mágica que abre todas las puertas de la villa. En esta edición los parlamentos han tenido lugar en el polideportivo y se han formado las largas colas para acercarse al rey predilecto. La guerra cercana a Belén, el epicentro que irradia esta franquicia mágica al mundo, ha sido una referencia y una reflexión obligada.

-¡Tengo terrores nocturnos y me meo en la cama! -se ha presentado así de entrada al rey blanco un chiquillo de cuatro o cinco años bien consciente de la importancia de la entrevista que ha dejado fuera de combate a Melchor, una noqueada con un punto de consulta psicológica que el niño, convencido que no puede perder el tiempo, la oportunidad y la paciencia del rey ha pasado a enumerar apresuradamente los regalos que quiere que le traigan. Eso sí que es primordial, más que las inoportunas humedades nocturnas infantiles a las que el monarca pretendía restar importancia y poner en contexto sin entrar en detalles. La criatura no está por recomendaciones sino para recitar y especificar qué quiere con mucha precisión.

Mientras cenábamos, Melchor -que lo sabe todo-, me ha confesado que también ha intercedido, abusando de los favores reales, para que el carpintero nos instale unos cristales pendientes de una reforma. ¡Qué privilegio! Esto será caso hecho a no tardar. Mientras brindábamos nos hemos mirado, un silencio cargado de mensajes que no requería enumerar ni precisar las prestaciones. Yo le he pedido esperanza, salud e ilusión entre otros artículos.

De las cosas que se tocan, abusando de la gracia real, a mí me ha llegado un libro y, coincidiendo con Melchor, procedentes directamente de los almacenes donde los pajes se las tienen frenéticamente para casar las cartas con los regalos, un par de calcetines. Nos hemos despedido con cierta complicidad humana, como si los calcetines nos hicieran pisar la cotidianidad desprovista de la magia hasta el próximo año.

¡Gracias, Melchor! ¡Gracias Reyes Magos!