Las
poéticas y manuales que tratan de los sentimientos convertidos en literatura
describen la reiteración o aliteración como el recurso que pretende reforzar
los impulsos más íntimos. Así pues, estaríamos de acuerdo en que, cuando pedimos
un café, ¡café!, queremos decir que estamos exigiendo el mejor de los cafés o
aquel que tenemos magnificado como más cercano a la perfección con el aroma
casero de la niñez. La poesía, que habla de emociones, está repleta de
repeticiones, también formales. Estrofas regulares de versos con el mismo
número de sílabas que riman, una repetición más de determinados sonidos al
final de los versos. Cuentan el tormento que ocasionaban a un poeta muy
reconocido, obsesionado por el silencio y la quietud, las rimas duras y torpes
que le llegaban todavía del rapsoda local estorbándolo en gran manera, el
impacto mental le era insoportable buscando una concentración insonorizada
imposible.
La
poética política, si es que ésta tiene algo de bucólico, también tiene sus
reglas, incluso formales. Yo diría que participa de una mística ideológica con
dogmas de fe rígidos que no admiten vacilación alguna. El verso libre no puede
existir porque atenta contra la ortodoxia de partido que exigen los rituales
consumados en las sedes parlamentarias. Un decálogo que se resume, desgraciadamente,
en el mandamiento fundamental que lo sintetiza todo: lo que sostiene el
adversario -el enemigo- no puede ser cierto y debe contradecirse -combatir-
siempre. La perversión del sistema o la mala fe pueden sobrepasar el juego
sucio donde todo vale. El griterío chapucero con un buen chorro de falta de
respeto se suelen mezclar, si es necesario, con el más peligroso de los
ingredientes, la mentira. En política, mis verdades son
absolutas y, si no lo son, se les da la vuelta para repetirlas con firmeza y
ademán digno.
En
la atmósfera demasiado cargada de políticos empedernidos nos ha asaltado, una
vez más, el ataque felino por sorpresa protagonizado por Pedro Sánchez. Una
jugada sorprendente e insólita que ha alborotado el panorama en la meseta.
Cansado de oír las rimas consonantes y abruptas de quien quiere descabalgarlo,
como aquel distinguido poeta exquisito que mencionaba, ha hecho público un
poema épico de estilo trovadoresco dedicado a su dama anunciando que, de ser menester,
estaba dispuesto a renunciar a los asuntos caballerescos sólo por amor. Como
velando las armas de la decisión, recluido en la capilla de la reflexión, ha
mantenido durante cinco días la expectación con un clímax de incertidumbre
política hasta el último momento.
¡No
se marcha, continúa!
Renunciar
a la vertiente política y pública para humanizar a la persona, a sí mismo, es
un gesto que a priori le honra y que se podría entender considerando los
ataques, los insultos y el rechazo que debe soportar día sí y día también por
parte de cierto electorado, algunos medios y la oposición. Ha dado la impresión
de que había llegado al límite, que estaba dispuesto a pirárselas, según
algunos videntes poco acertados, con destino a las praderas más confortables de
la Unión Europea donde goza de cierto predicamento. Cabe preguntarse si pregonar
un escrito con delirios líricos dirigido a la ciudadanía para recluirse
herméticamente, desaparecido de la vida política, es algo lícito para quien
ostenta un cargo tan relevante. El aliento a orfandad ha desquiciado los ánimos
de muchos porque Sánchez es el tuétano del socialismo que gobierna ahora.
La
inspiración poética se ha diseminado en cuanto ha salido de la meditación con
empuje renovado reiterando -como quien reclama al camarero un café, café, bien
cargado- regeneración democrática. Reaparece, pues, con la intención de un
liderazgo más fuerte y contundente, con una manguera a presión para enjuagar
este barrizal. Nos lo tendrá que explicar más y ponerlo en práctica, la manera
como restablecer los cauces desbordados de las tormentas políticas que enlodan
la dinámica cainita actual. La decisión de mantenerse en el cargo no cerrará la
boca a los difamadores, al contrario, ha agitado el avispero, saldrán todos a
una, como ha anunciado sin rimas Feijóo, el prosaico.
En
plena campaña electoral catalana se ha acusado a Pedro Sánchez de injerencia
por recurrir el sentimentalismo a favor de Salvador Illa. Las próximas
elecciones serán el termómetro que lo medirá. Estos días Puigdemont, uno de los
candidatos, ha tenido que interrumpir la campaña electoral por la muerte de su
madre. Un funeral en ausencia desde el exilio en el que ha cursado un máster
intensivo del tratamiento que ahora administran a Sánchez. Respecto a
la "máquina del barro”, el presidente socialista no ha
mencionado la guerra sucia contra el independentismo, donde emerge
con el proceso la llamada policía patriótica. La vida y el
espectáculo, como en el circo, deben continuar.
El
presidente del gobierno español tendrá que acarrear por una carretera cuesta arriba un carro bien cargado de rocas durante la removida legislatura -un ejemplo
de aliteración con repetición voluntaria de la consonante vibrante múltiple-.
Un recurso que el lenguaje publicitario maneja con mucha soltura y creatividad.
No
obstante es esta erre temblona la que utilizamos para parodiar el ruido
de un motor gruñón que cuesta de poner en marcha o que no transita lo suficientemente
fino.